Un paseo por los escenarios de Las inquietudes del hall
- Marta Ruiz
- 22 may
- 3 Min. de lectura
En el hall de un hotel. En la novela Las inquietudes del hall es evidente que en donde primero nos vamos a situar es ahí. Pero hay mucho más. A través de diferentes pasajes y de la mano de nuestros personajes, vamos a pasear por los escenarios de la novela y a descifrar qué nos quiere transmitir Alonso Quesada con estos lugares.
Como hemos dicho, el hall es el lugar principal. Los ingleses hacen de él un lugar puro, tranquilo, blanco. Todo lo que pueda perturbarlo ataca directamente la calma del hall. Es la representación de los ingleses, su quietud, su serenidad.
«Todos los demás simulaban halles más o menos ingleses, pero no tenían la imperturbable blancura esmerilada de aquel hall.»
«La vida extranjera y lejana tórnaseles tibia y plácida por la correcta claridad del hall.»
«Gran reformatorio urbano es el hall. Ese tono bajo y uniforme de la voz británica nace del hall.»
Muchas veces vemos lo que pasa a través de la ventana. Oliva, desde su habitación, no puede salir a la calle y se siente encerrada. Esta ventana es la única forma que tiene de ver lo que ocurre, lo que se está perdiendo. Por ello, simboliza la tristeza, la reclusión, lo contrario a la libertad.
«Como la ventana está abierta, yo suelto mi tristeza hacia el mar para verla alejarse y volver como una paloma mensajera.»
«Ya sé también cuál es esa tristeza que entra por mi ventana todos los días…»
«Ayer tarde los niños rubios que viven al lado del hotel estuvieron mirándome desde la ventana largo rato. Yo lloré mucho al verlos.»
«El aire del mar, entrando por la ventana entreabierta, le fue confortando los ojos.»
Sin embargo, la playa simboliza todo lo contrario. Es salud, infinidad, tranquilidad, aire puro. Es la liberta del exterior, del contacto con la naturaleza, la inmensidad. Por ello, Oliva lo envidia de alguna forma y es lo que ve desde su ventana, su contacto con ese aire puro que invoca la salud que le falta.
«Arrullado por la blandura del hall que se extendía ante ellos con una ilusión de playa infinita.»
«Por el hombro del médico contempló la playa, que se extendía, alegre, ante el ventanal entreabierto.»
«La playa entró por la ventana envuelta en un viento ancho y poderoso.»
«La paz gloriosa del mar llegaba a la playa con una halagüeña y material caricia.»
Al igual que el mar. Solo el admirarlo cura. Acaricia la cara y el alma. También es salud y, como la playa, Oliva lo ve desde su ventana con distancia y ansia.
«La pluma de la miss acariciaba el papel con una ligereza de brisa de mar.»
«Es en el piso bajo, debajo del hall; el mejor, porque el aire del mar entra más cariñoso.»
«Y ahora sí, que estaba tranquila sobre el lecho mirando al mar, escuchando la salud del mar.»
Como no podía ser de otra manera, el jardín indica sensualidad. Es lo prohibido, donde se imagina que se van a besar los enamorados, en secreto, sin que nadie los vea. Sería lo contrario al hall, lo contrario a la moral inglesa, a su orden establecido.
«¡Un jardín! ¿Cree usted que un one-step tocado por un gramófono es cosa suficiente para unir corazones?»
«¿Aquel beso no hubiera estado mejor y más prolongado bajo la glorieta del jardín?»
«Los jardines del hotel eran los verdaderos enemigos del hall.»
«Los árboles del jardín temblaban con la inesperada visita. Una dulce llama ardía entre los árboles reverdeciéndolos más con una húmeda verdura de esmeralda.»
En los balcones se ve lo que pasa en la calle, qué hace la gente, el exterior. Es una forma de cotilleo, de estar al tanto de lo que pasa fuera, de estar ahí desde un punto privilegiado.
«Yo estaría muy bien en ella. Un balcón ancho sobre un jardín. Yo me sentaría en él por las tardes…»
«Que chupa un cigarro apoyándose con ambos codos en el hierro frío de un balcón, en el tercer piso.»
«Estaba prohibido el cigarro, estaba prohibido abrir el balcón a tal hora, a pesar de que corría agosto y no corría ni un soplo de brisa.»
Y, por último, los pasillos. Todo lo que ocurre en ellos se sabe sin verlo, solo escuchando. Las salidas de los huéspedes de las habitaciones, las vueltas, los cuchicheos, quién está y quién no… Es un limbo, ni dentro ni fuera. Un camino, solo un lugar de paso.
«De tarde en tarde, hacia dentro, en las escaleras, en los pasillos, resonaban los pasos de un huésped trasnochador.»
«En los pasillos murmuraban las voces del hall.»
«El matrimonio de las novelas continuó su camino por los pasillos bajos del hotel.»

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